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Monday, December 17, 2012

Punto y aparte a las aventuras africanas: de Arusha a Zanzibar


El cráter Ngorongoro nos regaló una divertida anécdota justo antes de marcharnos: estábamos comiendo tranquilamente cuando me fijé que un águila se detuvo en el aire unos 10 metros sobre nuestras cabezas para lanzarse en picado y robar limpiamente una loncha de queso de las manos de Gary.

De Arusha no hay mucho que destacar, excepto que en cada rotonda había unos novios y sus familiares haciéndose fotos de boda. Será porque Tanzania no tiene paisajes espectaculares… Ah, y que en la discoteca dónde salimos (no imaginéis más que un bar con billar y música) encontramos a un guerrero massai y lo convertimos en estrella de la fiesta al bailar todos con él.

De camino a la costa, las nieves del monte Kilimanjaro se nos muestran esquivas, escondiéndose tras una densa capa de nubes. Otra tormenta de arena nos sorprende, más ligera esta vez, pero la arena rojiza se fusiona con el sol poniente, creando un aténtico espectáculo.

Y por fin llegó el momento que llevábamos muchos días esperando: tomamos el ferry en dirección a Zanzíbar, mítica isla por ser el centro del comercio de esclavos con oriente, por las especias que se cultivaban y muy especialmente, por sus playas de arena blanca y aguas turquesas.





Stone Town, el casco histórico, tiene un gran parecido con Lamu, por sus casas de coral y elaboradas puertas de madera. Personalmente, me quedo con la segunda, pues ha sabido conservar mejor su espíritu. Des de allí visitamos una granja de especias, en la que cultivan des de vainilla o curry hasta clavo o jengibre, rodeadas de altísimas palmeras que nos recuerdan que estamos en un paraíso tropical. Sinceramente, no esperaba mucho de la visita, pero resulta sumamente interesante.

Al día siguiente nos dirigimos al norte y comprendo al instante la merecida reputación de sus playas: la arena es tan blanca que, como si fuera nieve, ciega con el sol. Tomamos un barco de madera tradicional para dirigirnos a la joya de la corona, el Mnemba Atoll. ¿Sabéis esas postales de lugares paradisíacos que muestran una pequeña isla de arena blanca impoluta con un centro de cocoteros y rodeada de aguas turquesas? Pues bien, estamos en esa postal!

Pero todo tiene ser contado: tiene la fama de mejor sitio de buceo de Zanzibar pero me resulta decepcionante, es mucho menos colorido que el Mar Rojo. Sin embargo, cada vez que salgo del agua me quedo embelesado con el idílico paisaje que me rodea, que ni los mejores artistas en photoshop hubieran concebido.

La fiesta de despedida con el grupo la hacemos en un pequeño velero, surcando tranquilamente los arrecifes de coral. Zanzibar nos tenía preparado un regalo de despedida: por primera vez en cuatro días, el cielo se despeja cuando el sol baja hacia el horizonte y nos regala una puesta de sol espectacular. Cerramos la velada contando estrellas fugaces tumbados en la arena, contemplando el cielo infinito.

Me duele separarme del grupo con que tantas anécdotas hemos compartidos, especialmente sabiendo que ellos continúan la ruta hasta Ciudad del Cabo! Con algunos han sido 10 días, otros un mes, pero con certeza África nos ha marcado a todos.

Mi primer día en solitario lo paso convaleciente en el paraíso, recuperándome de unas fiebres, la primera vez que enfermo des que llegué a África, aguantando hasta ahora a los cambios de temperatura, a las duchas frías, a la comida callejera y a los entornos insalubres. Por suerte me recupero rápido y no me pierdo el colofón final de viaje: ir a nadar con delfines.

Durante casi dos horas navegamos en busca de éstos pero los pescadores nos indican que se han ido a mar abierto. Perdida ya casi toda esperanza, nos paramos a bañarnos, dispuestos a dar media vuelta. Y entonces se obró el milagro: un grupo enorme de delfines se nos acerca a gran velocidad. Amagan que virarán a nuestra derecha, pero se zambullen y desaparecen. Mi sorpresa es mayúscula cuando más de 30 de estas gráciles criaturas pasan nadando debajo de mío a escasos dos metros, comunicándose entre ellos. Intento unirme al grupo pero un enorme macho se gira hacía mí desafiante; mejor no olvidemos que son criaturas salvajes! Aún así, soy incapaz de seguir su velocísimo ritmo. Subimos a la barca y los seguimos, saltando cerca suyo cuando suben a la superficie, pero nunca nos dejan que los sigamos más de unos segundos. Cambian el rumbo y se dirigen a lo profundo. Me tiró una última vez al mar, esta vez yo sólo, pensando que la ya los perderemos. Sin embargo, esta vez ocurre algo distinto: al sumergirse, el grupo se dispersa en todas direcciones para reunirse de nuevo bajo de mí. En un primer momento aceleran y cuando pensaba que los perdería de nuevo, ser frenan de golpe, dejan que les alcance, y que nade con ellos más de media hora: me han aceptado como uno más de la manada! Salen a respirar tan cerca de mí que la gente de los botes pensó que iba agarrado a la aleta dorsal de uno. Cuento por lo menos a 33 ejemplares, entre ellas dos crías y un bebé recién nacido que se amamanta de su madre en pleno movimiento. Claramente éste se convierte en el mejor baño de mi vida hasta la fecha, y creo que costará superar.

Con esto pongo punto y aparte a mis aventuras en África, sin duda tendré que volver a este continente de paisajes y naturaleza espectaculares y del que tanto he aprendido: que poco hace falta para ser feliz!

Saturday, December 8, 2012

Gorilas, Rwanda y de safari en Tanzania


1-12-12 Trekking con gorilas
El día anterior a uno de los más memorables del viaje visitamos un orfanato. Era claramente una visita para recaudar fondos, no para distraer a los niños… pero provoqué enormes carcajadas y aplausos cuando me puse a bailar con ellos. Hoy nos espera una de estas experiencias únicas en la vida: observar a los raros gorilas de las montañas en libertad. Después de algo más de dos horas de trekking en la jungla de Bwindi Impenetrable Forest, la última abriéndonos paso a machetazos (ciertamente su nombre de Bosque Impenetrable lo tiene bien merecido), avistamos a un grupo de gorilas. Debe haber unos diez, pero la vegetación es muy densa y los vemos de uno en uno. Los gorilas no se inmutan con nuestra presencia, nos tratan como si fuéramos uno más de ellos: continúan comiendo como si nada, se tumban y nos observan perezosamente con su sorprendentemente humana mirada y sólo uno hace un amago de cargar contra nosotros cuando un guarda toca el árbol del que comía. El imponente silverback, el macho dominante líder del grupo, anda hacia nosotros para pasar a escasos metros y detenerse para comer, ignorándonos completamente. Aunque parecen grandes y pesados trepan los árboles con una agilidad asombrosa y se abren paso por la jungla como si fuera terreno abierto. Es una experiencia única ver a estos animales en libertad, otro tema a discutir sería si el precio merece la pena.


2-12-12 Rwanda
Cruzamos la frontera hacia Rwanda bajo la sombra de los imponentes volcanes del Parque Nacional des Volcans, que se alzan más de 2500 metros sobre el territorio circundante, alcanzando los 4500m. Rwanda ciertamente cumple con su apodo, el país de las 1000 colinas: el trayecto es un serpentear continuo por verdes montañas repletas de plantaciones. El paisaje es verdaderamente precioso y se nota que este país es más rico que sus vecinos, no sólo por un mayor nivel de precios, sino por buenas carreteras y edificaciones más modernas de cemento y ladrillo. La visita al museo del genocidio nos recuerda que hace escasos años, en 1994, el país se vio sacudido por una de las mayores atrocidades de la historia: la tortura y eliminación sistemática de un millón de sus habitantes.
Tanzania
Al día siguiente, cruzamos la frontera con Tanzania y se pone de manifiesto de nuevo la lacra de la corrupción en estos países: el policía fronterizo me cobra 10€ de más por el visado, y cuando me quejo, amenaza con cancelar mi visa y deportarme. Acabo saliéndome con la mía, pero con la sensación de haber jugado con fuego.
El paisaje cambia sólo con cruzar la frontera natural (un rio con una potente cascada): se torna más llano y aunque sigue siendo verde, el tono es más seco. A medida que avanzamos quilómetros, los árboles van desapareciendo paulatinamente para dejar paso al típico paisaje de la sabana africana, extensas llanuras de hierba seca con arbustos y alguna acacia solitaria. Las edificaciones son cada vez más rudimentarias, predominando las chabolas circulares hechas de barro y techo en forma de cono con ramitas. Me quedo dormido durante el trayecto y me despierto con el bramido de un elefante que hemos asustado con el paso del camión. Al poco tenemos que detenernos casi media hora pues miles de wildebest (ñus) están cruzando la carretera en su migración hacia el sur.
La primera tarde paramos en Nyakhanazi, un pequeño pero auténtico pueblo africano. Damos un paseo y me siento como el flautista de Amelín: decenas de niños nos siguen constantemente, de hecho llegamos con 30 de ellos de vuelta al campamento. La segunda noche dormimos al lado del lago Victoria, tercero más grande del mundo, en Mwanza. Enormes kopjes, rocas de granito de colosal tamaño que recuerdan los “gorros” de Montserrat se acumulan a sus orillas o creando islas y le dan un toque único.

Al tercer día entramos en territorio del mítico Serengueti y montamos el campamento en medio de la sabana, en la reserva de Grumeti. Dos guardias masais con arco y flechas que parecen comprados en una tienda de souvenirs patrullan alrededor: me uno a uno de ellos para ver unas hienas que nos acechan des de la distancia. El safari nocturno no es tan espectacular como el día, pues con la luz asustamos a los animales, pero aún así conseguimos ver un montón de animales que no ves a pleno sol. Me encariño del bushbaby (lit. bebé de los arbustos), un diminuto primate de hasta 14cm capaz de saltar hasta 7 metros. Sin embargo, lo mejor del día es sentarse alrededor del fuego y contemplar las miles de estrellas que encapotan el cielo…. Y oír a las hienas y a otras fieras pasearse alrededor del campamento.
El Serengeti es simplemente espectacular: una infinita llanura con kopjes y riachuelos… y repleta de animales. Uno no se aburre de ver leones: 3 machos nos observan tranquilamente a la sombra de un árbol, una leona trepa un árbol (muy pocas son capaces!) y a la salida un grupo de 5 hembras mira agresivamente nuestro camión e incluso intentan una emboscada. Un leopardo se acerca a unas gacelas moviéndose sigilosamente mientras un guepardo (cheetah) nos observa des de la distancia con sus crías. Saliendo del Serengueti empezamos la ascensión de Ngorongoro bajo una tormenta de arena seguida de un chaparrón y una espectacular tormenta eléctrica a cierta distancia: África nos muestra su lado más salvaje en todo su esplendor. Debido al traqueteante camino el camión parte el eje trasero, la enésima avería que solucionamos con un apaño.
El paisaje recupera un color verde intenso, con poblados masais auténticos: grupos de cabañas alrededor de un corral, para proteger el ganado en el centro. No puedo resistir la tentación de comprar alguna arma de este pueblo guerrero: como la laza es demasiado pesada, me decanto por un escudo. Des del borde de la caldera apreciamos el cráter del Ngorongoro, una vasta depresión de 600m de profundidad y 19km de diámetro. Quita el aliento.
Pero poco me imaginé que en este jardín del edén haría uno de mis mejores safaris en cuanto a avistamiento de fauna: decenas de hienas, tantos leones que al final si no están cerca ni paramos, un enorme rinoceronte negro con dos cuernos, un guepardo que grácilmente se  nos acerca, así como decenas de flamencos, pumbas (warhog), zebras, gacelas o avestruces que pastan tranquilamente con sus crías.
 

Friday, November 30, 2012

Uganda, tierra espectacular y de aventuras!


Nuestra primera parada en Uganda es Jinja, famosa por ser el lugar de nacimiento del místico Nilo, alimentado por el Lago Victoria, y por ser la meca de los deportes de aventura de la región. Nada más llegar al campamento me decido ir a nadar un rato. Como la visibilidad bajo el agua es nula, debido a las aguas fangosas, y junto al hecho que no me han garantizado que no haya cocodrilos, hacen que este sea el baño más corto del mes, no duro ni cinco minutos!

La aventura empieza con un día de mountain bike. Lo que pinta que va a ser un paseo con el resto del grupo acaba siendo una de las salidas más salvajes y duras que haya hecho últimamente: 6 horas por senderos muy técnicos dentro de la frondosa jungla. Las bicis son malísimas. Además nos llueve con intensidad, pero la jungla es tan densa que las dos primeras horas no llegamos a mojarnos en absoluto! Pero acaba calando y el sendero se embarra y las raíces se tornan traicioneramente resbaladizas. No me había sentido tan patoso encima de una bicicleta des de que intenté sin éxito conducir un rickshaw en Beijing recién ganada mi primera Titan Desert sub-23. Aún así, constantemente tengo que parar a esperar al guía. Cuatro de mis cinco compañeros abandonan nada más empezar: este no es un recorrido para novatos! La dificultad técnica, unida a las constantes subidas y bajadas, a la humedad, insectos y constantes resbalones hacen que sea un reto durísimo. Acabo el día destrozado pero feliz de haber completado tan singular recorrido en la selva ugandesa.

Aprendo también una lección importante por la vía dura, que la humedad pudre la madera. Cruzando un puente de madera para ver unas cataratas el tablón del suelo se deshace bajo mi peso, pero reacciono rápido y consigo colgarme de los pasamanos. De vuelta al campamento paramos en la carretera para comer: nada más reducir la velocidad se nos acercan una treintena de vendedores con pollo a la brasa, pincho de ternera, hígado, frutas y bebidas. Nunca había visto algo parecido!

El siguiente día también viene cargado de adrenalina: nos esperan 5 horas de rafting por el Nilo con 9 rápidos de hasta nivel 5, el máximo navegable. No me hago muchas ilusiones pues el nivel 4 que hicimos este verano en los Himalayas fue un mero paseo en barca. Pero nada más llegar al primer rápido me doy cuenta que este va a ser movidito: el rugido potente del agua es una clara señal que la cascada de 6 metros no era ninguna exageración! Aunque hay largos tramos llanos en los que toca remar, los rápidos son alucinantes, he hecho rafting en bastantes ocasiones pero nada igual: olas enormes que engullen la balsa o la lanzan por los aires. La mayoría de ellos son muy profundos y con un gran volumen de agua, por lo que volcar no es un problema. De hecho, el último  sabemos que es físicamente imposible no salir volando. Aún así, lo intentamos. El resultado: salí despedido del bote y luego el río me centrifugó durante 15 eternos segundos, para emerger de nuevo en medio de los rápidos y bajarlos a nado hasta alcanzar nuestro bote. Soy el primero en llegar, le doy la vuelta y empiezo la recogida de mis compañeros desperdigados por el río. En total, hemos volcado en 3 ocasiones y en otra yo he salido despedido del bote al ir delante e impactar contra la ola. Recomiendo muchísimo este rafting!

El paisaje de Uganda es de lo más espectacular que he visto en África: verdes colinas redondeadas repletas de plantaciones de caña de azúcar, té y banana, que le dan un toque mágico. Circulamos por una carretera de montaña a la salida del sol: una mística bruma matinal cubre el fondo de los valles, a mi izquierda el rojo amanecer se recorta contra los bananos y a mi derecha una luna llena imponente se refleja en un lago de espejo. Ya no hay los típicos baobabs que encontraba en el litoral keniata. Pero en todos lados siguen habiendo chabolas hechas de barro y tejados de palmera y niños que salen corriendo a saludar a nuestro paso. Mi distracción durante las horas de viaje es saludar a los niños que vamos viendo. Uno muy gracioso corre para darlos alcance y para nuestra sorpresa se baja los pantalones mostrando su culito totalmente negro. Nos desplazamos con un enorme camión 4x4 y dormimos en tiendas de campaña. Tenemos por delante 20 días de aventuras y varios miles de kilómetros que recorrer, la cosa pinta interesante!





Me atrevo con un manjar local: saltamontes fritos. Los capturan vivos, les arrancan las patas, y aún vivos, los fríen. La mujer que me muestra el procedimiento enfatiza la importancia de que sean frescos. No me dejan probar uno sólo, así que me compro la bolsa con unos cincuenta. En menos de diez minutos me los acabo, saben mucho mejor de lo que esperaba: parecen grill, esas gambas pequeñas que se comen con piel y cabeza incluidas, con un toque crujiente.

Al cruzar el ecuador experimentamos con el efecto coreolis: al verter agua en el hemisferio norte esta gira en sentido horario, en el sur antihorario, y justo encima del ecuador no gira, simplemente cae. Tengo pendiente estudiar más sobre ello a la vuelta.

Los dos días siguientes son plenamente de safari en Queen Elizabeth National Park, uno en barco y otro des del camión. Vemos un leopardo, elefantes nadando y dos cachorros de león jugando. Al tercer día nos volvemos más activos: nos adentramos en la densa jungla a perseguir chimpancés. Este primate que alcanza los 1.70cm y guarda un parecido espectacular con los humanos se muestra esquivo. Sus gritos desde la copa de los árboles suenan a una burla dada nuestra incapacidad para darles alcance. Aunque los vemos poco rato, las 6 horas de andar por la jungla son altamente excitantes: oír un grito y abrirse paso por la maraña de hojas a golpe de machete (por suerte no es una selva impenetrable como el Amazonas o otras) para ver a un chimpancé saltar des de más de 30 metros de altura y amortiguar su caída con el follaje es una experiencia única.

Mañana volveremos a adentrarnos en la jungla, esta vez para buscar a nuestro antecesor, el gorila de las montañas!

Wednesday, November 21, 2012

Despedida de Mombasa y nuevos planes de aventuras por África


Hoy pongo final a mis aventuras en Kenya. La despedida ha sido dura. Los niños de Tunaimi no me dejaban marchar, especialmente Mbeyo no dejaba de llorar. Con los chicos de Luna Home fue más fácil: me hicieron una lista de camisetas de futbolistas que quieren y me pidieron que les hiciera mil fotos graciosas.  A nivel personal tendré que buscar padrinos para estos niños para que mejores sus condiciones de vida y educación! Normalmente cuando me marcho de un país organizo una fiesta de despedida. Pero aquí he tenido la mejor posible: llevé 12 niños afectados por sida a pasar el día en la playa. Agotador pero extremadamente gratificante!

Echaré mucho en falta a los niños. Lo que no, viajar en los matatos, el transporte colectivo de Kenya. Son furgonetas con capacidad para 14 personas pero suelen llevar cerca de 25-30, incluso personas colgando de la puerta. Ni los bora bora, taxis-moto de 100cc que llevan dos pasajeros sin casco conduciendo temerariamente. Ni tenerme que tirar un cubo de agua después de ducharme pues la toalla estaba infestada de hormigas que muerden.  Tampoco el hedor a sudor de mi colchón: he llegado a soñar que tenía a un negro metido en mi cama! Pero todo ha sido parte de la diversión!

Pero aún me queda un mes en África! Como el proyecto de voluntariado al que vine ha resultado un fraude y las escuelas cierran por vacaciones, he decidido irme de ruta. Me voy a unir a uno de estos camiones que recorren África (overland truck), y durante tres semanas voy a recorrer Uganda, Rwanda y Tanzania, acampando. Tengo especiales ganas de poder interactuar con los gorilas de las montañas, adentrarme en el mayor cráter del planeta, Ngoro Crater y acabar mi viaje en las playas de Zanzíbar. Espero poder finalmente poder usar mi equipo de buceo allí, que para esto lo he cargado hasta África! Os iré informando de las anécdotas que ocurran en ruta!


Sunday, November 18, 2012

Lamu y despedida de la escuela


El fin de semana pasado hicimos una escapada a Lamu, un pequeño archipiélago al norte de Kenya anclado en el pasado, con las casas hechas de coral fosilizado, pintadas de blanco y techo de palmera, con asnos como único medio de transporte. Si Kenia tiene un ritmo de vida lento, aquí es aún más relajado. Eso sí, gastronómicamente es espectacular: los platos típicos a base de pescados y mariscos frescos y los zumos de frutas tropicales recién exprimidos no tienen rival.

Los habitantes de Lamu son especialmente amables, entre ellos destaca Ali Hippy: cuando nos invitó a su casa a cenar no me lo creí del todo… pero la cena a base de pescados y langosta fue espectacular, tornándose especialmente divertida cuando la familia al completo vino a cantar.

A parte del enorme encanto que tiene el pueblo cabe destacar las playas. Kilómetros de playa sin turistas ni locales, aunque no tan blancas como Mombasa, pero que hacen que la experiencia sea única. Hacemos las actividades turísticas de rigor, el paseo en burro, que resulta bastante incómodo, y un día navegando en el tradicional dhow. El hecho que el capitán esté ebrio y con pocas ganas de navegar no ayuda… pero gracias a los malos cálculos de éste se alarga el día y se torna mágico: el horizonte se tiñe de naranja para una puesta de sol espectacular, mientras los tres tripulantes vacían las garrafas de agua para usarlas como instrumentos de percusión y entonan pegadizas melodías. Trepo por el mástil hasta lo más alto y me quedo un rato encaramado fascinado por este momento tan especial, arropado por una deliciosa brisa. Los gritos nerviosos del capitán “hakuna matata, pero baja ya!” rompen el hechizo.  Pero lo mejor está por llegar: navegar en la absoluta oscuridad bajo una cúpula de millones de estrellas, con relámpagos de fondo de una tormenta lejana que no nos llegará a alcanzar.

Las 7 horas de autobús de vuelta por pistas con baches se hacen largas, pero merece la pena circular por un paisaje tan típicamente africano: zona selvática no muy frondosa, salpicado por plantaciones de frutas tropicales y pueblecitos de tribus que sólo creía posibles en las películas.

Esta también es mi última semana como profesor en Sirio School, pues empiezan las vacaciones para los niños. Me rompe el corazón cuando las niñas de la clase me avisan que Mbeyo, una de mis alumnas favoritas, está llorando porque se ha enterado que yo me marcho antes de lo que creía. Los chicos todos me abrazan y me piden que vuelva. Harmerton, a un chico al que le esponsorizo unos campamentos durante los vacaciones, nos dedica una canción de despedida. Todos me piden que vuelva el curso próximo, pero duele no poderles hacer la promesa!

Hago otra visita al orfanato de Tumaini y otra al de Luna Home. Los niños salen corriendo a recibirme y saltan a mis brazos. Más tarde me entero que soy el único chico que les ha visitado nunca, y están encantados de tener a alguien con quién jugar al fútbol o trepar árboles. Y me convierto en su héroe cuando escalo hasta al tejado del orfanato y les recupero todos los balones que ya daban por perdidos. Por cierto, este fin de semana he cumplido uno de mis objetivos: jugar un partido de fútbol playa con africanos. Resultó divertido, pero los brasileños de las favelas eran mucho mejores! Su nivel de juego quedó retratado cuando a la media parte me preguntaron si jugaba profesionalmente en algún equipo.





Os he hablado poco de la casa dónde vivo, pues ciertamente no alcanza los estándares europeos. No tenemos nevera y las hormigas arrasan con todo. No tenemos acceso a agua corriente, por lo que tenemos que encargar a un chico que nos llene el depósito regularmente. Al volver a casa a veces me encuentro que no queda agua, así que hay que olvidarse de usar el baño, ducharse (y con el calor y suciedad de la calle vas bastante guarro) o usar platos limpios. Este último sábado un hedor espantoso me indica que algo no anda bien: encuentro una rata del tamaño de un gato adulto ahogada en el depósito. Espero que las visitas de ratoncitos a mi cuarto cesen…

Friday, November 9, 2012

Buena vida en Mombasa


Ya hace más de tres semanas que llegué a Kenia pero me parece que llevo toda una vida. Me he adaptado al ritmo de vida tranquilo, al calor y a ser el centro de atención constantemente. Y en todo este tiempo, aún no he empezado el proyecto de conservación marina para el que vine. Sin duda Paul Ndetei (find more info in  http://scamsinkenya.blogspot.com.es/ ) de la mano de Tope África nos han timado, demostrando que nos han ayudado a venir a Kenia no porque sean una ONG y colaboremos sino porque se quedan suculentas comisiones (por ejemplo, el 60% de lo que pagamos a la familia con la que vivimos).

Como ya me conocéis, sabéis que no aunque el proyecto fallara, no he estado quieto un minuto. Hago de profesor de mates y ciencias a niños de 11-13 años en un cole. Nunca había imaginado que al sonar la campana del descanso vinieran un grupo de niños y me dijeran: “Profe, enséñanos. Queremos aprender de ti, cualquier tema nos vale”. Esto lo compagino con visitas al orfanato de enfrente del colegio, que acoge a niños afectados por el sida. Hay un grupito de unos 8 niños de 2-3 años que cuando me ven ya empiezan a reír: el juego consiste en que ponen carita de pena hasta que juego a levantarlos bien alto entre las carcajadas del grupo. Cada visita resulta de lo más agotadora!

Los domingos voy a otro orfanato a llevar a los niños a la piscina. Sobre todo es jugar con ellos y controlar que ninguno se ahogue! Es una pasada cuando los niños te ven al otro lado de la verja y salen al balcón o bajan corriendo a saludarte.

También participo en cualquier tema puntual que surja: el sábado organizamos entrenos y un torneo de fútbol para niños huérfanos y pobres y luego clases de natación. Había garrafas de agua para que bebieran los niños y me sorprendió que despilfarraran el agua potable. Estuve a punto de decirles: “No malgastéis el agua potable, pensad en los niños pobres de África que no tienen acceso a ella”. Graciosa paradoja.

Los temas de educación los compagino con tareas más intelectuales, como desarrollar el plan de comunicación para una pequeña ONG local y redefinir su estrategia, así como con tareas más físicas: el viernes pasado estuve cavando zanjas para facilitar la circulación del agua a las piscifactorías y plantando manglares en medio de terreno fangoso, con barro hasta la cintura. Mi contribución, aparte de dar algunos consejos de sentido común en los que no habían reparado, no es que fuera mucha, pero a los 7 del equipo que miraban como los otros 3 hacían ver que trabajaban se les cayó la cara de vergüenza de ver que el blanquito se arremangara y se pusieron todos manos a la obra. Mi amigo me comenta que la típica escusa de un niño que no hace los deberes es: “soy hijo de un hombre blanco, no tengo porqué trabajar”.





Pero sin duda, la mejor parte vivir en Mumbasa, es la playa espectacular que tiene (a parte de los mercados de fruta tropical!). Esta semana he conseguido ir cada día y me estoy entre 1 y 2 horas nadando. Cada día me encuentro alguna cosa: ayer fueron un grupo de Eagle rays enormes que pasaron “volando” a mi lado mientras que el día anterior habían sido 4 tortugas gigantes así como algunos corales y peces tropicales.

Sunday, October 28, 2012

Bailando con el obispo: 1r finde en Mombasa

No tenía pensado escribir tan pronto, pero este fin de semana se me han amontonado las anécdotas!


El show de la tarde
El viernes por la tarde llego temprano a casa y decido ir a correr. A los 5 minutos me estoy arrepintiendo de mi decisión, pues aunque el sol se esté poniendo los 30 grados y la humedad crean una atmósfera bastante agobiante. Eso sí, des de la maratón de Barcelona que no corría con tantísimo ambiente. En un país que no es común hacer deporte, ver a un hombre blanco, corriendo y sin camiseta es un auténtico show. La gente me señala al pasar, los más atrevidos, me aplauden al pasar y me dan ánimos. Incluso unos niños intentaron seguirme un trecho. Además, al salir de la ciudad el paisaje se torna muy agradable: una pista de tierra rojiza rodeada de verdes pequeñas colinas salpicadas con los árboles típicos de la sabana y con el río a lo lejos.

Ya el día antes la había liado de manera similar, cuando unos barqueros me vendían un tour en la playa para ver corales a unos 2 km de la costa. Cuando les dije que iba nadando, en un país donde la gente no sabe hacerlo, se rieron un rato. Pero cuando vieron que iba mar adentro salieron tras de mí con las barcas para comprobar que llegaba hasta el arrecife…. Y para intentar venderme un pasaje de vuelta, que para su enfado, tampoco compré.

Bailando con el obispo
Domingo ha sido un día peculiar. Me levanto temprano con intención de ir a la playa a pesar de haber salido ayer (nada que ver con salir en España!). El sitio era simplemente un gran bar al aire libre con mesas y pantallas retransmitiendo partidos de fútbol (esta gente son fanáticos de todas las ligas extranjeras, y el Barça aquí despierta furor!). La verdad es que es un lujo tomarte una cerveza sentado entre palmeras viendo las estrellas. Había también una pequeña pista de baile… pero los ritmos africanos y ser el único blanco de la pista pasan factura, así que pasado un rato acabé mirando el partido del Barça.

Volviendo a mi domingo. Unos amigos me avisan que irán a una iglesia cristiana de góspel. Picado por la curiosidad, decido unirme. Es una pequeña iglesia de unas 100 personas. La ceremonia no tiene que ver con nada que hubiera visto: cuatro oradoras se van turnando, sermoneando en inglés a la gente a grito pelado, con consignas muy sencillas y repetidas. El público vitorea a las mujeres, aplaude, algunos se arrodillan mientras otros están en trance llorando con las manos mirando al cielo. Y lo más curiosos: todos van con un cuaderno anotando los mensajes principales. Al acabar, anuncian que hay unos nuevos miembros en la congregación – nosotros-, nos hacen ir a primera fila y nos cantan una canción de bienvenida. Igual que en las películas! La experiencia había sido alucinante. Pero que poco me podía imaginar que lo mejor aún estaba por llegar.

Tenía una hora y media de tiempo muerto antes de quedar con otro amigo para ir a un orfanato. Pensaba buscar un cyber para mirar mi email y demás, pero de camino, detrás de una valla hecha con pedazos de chatarra, oí música y voces: había miles de personas bailando y cantando, al aire libre, en torno a un escenario. Mi personalidad curiosa me obligó a entrar a ver qué ocurría: sólo cruzar las puertas dos mujeres en hábitos blancos y azules me dan la bienvenida a la fiesta dominical de su congregación cristiana. Otro hombre que me invita a sentarme a su lado me comenta que la celebración se alarga durante casi 5 horas, motivo por el cual hay familias enteras sentadas en manteles de picnic con comida y bebida. En el escenario hay un grupo de 20 niños con uniforme escolar bailando y cantando una pegadiza melodía en swahili.

Cuando se me acercó otro hombre, este con traje color crema, presentí que de alguna manera se acababa de liar la situación. Me dijo simplemente que el obispo quería conocerme, que le siguiera. Cruzamos entre las decenas de familias sentadas y los niños que bailan para colocarnos en un lateral del escenario. Allí está el único grupo de personas sentadas en sillas, y por su aspecto y deferencia con que son tratadas, se percibe que son las autoridades de la congregación. Vacían un asiento y piden que me siente con ellos, presidiendo la ceremonia.

El orador del escenario habla en swahili, pero me arranca una sonrisa: ha dicho las palabras Europa y “mzungu”. Evidentemente habla de mí. Por deferencia a mí, el siguiente discurso lo traducen al inglés para entienda de que va. Y justo cuando iba a irme, me piden que suba al escenario. Millares de africanos con sus trajes coloridos me están mirando con una mezcla de curiosidad y respeto. Se me acerca el obispo y me pide que haga un discurso. Tierra trágame! Dubitativo cojo el micro y empiezo algo tenso. Pero me voy soltando, ayudado por uno de los oradores que me hace de traductor. El público acaba vitoreando y aplaudiendo cada una de las frases que digo. El obispo dice que para darme la bienvenida me van a dedicar una canción –la segunda del día! Pero esta simplemente es espectacular: miles de personas bailando y cantando al unísono durante más de 20 minutos, y yo en el escenario imitando los movimientos del obispo. Mi teléfono móvil me despierta de esta situación surrealista: estoy haciendo esperar a mi amigo para ir al orfanato! Con efusivos abrazos me despido del obispo y el resto de autoridades, que me dejan marchar con la promesa que vuelva las próximas semanas.


En el orfanato hay 25 niños de entre 1 y 12 años. Al principio se muestran asustadizos al verme, pero a la que me van cogiendo confianza no me sueltan! Los llevamos a la piscina. Es peligroso enseñarles juegos nuevos, como subirse a mis hombros para saltar al agua, pues no se cansan nunca de repetirlos! Pero cuando te miran con esos ojitos, no les puedes decir que no a nada! Por segunda vez este día, tengo que prometer que volveré…

Aún tengo pendiente contaros que estoy haciendo aquí en Kenya y cosas como dónde vivo o la comida, temas con bastante miga. En cuanto pueda también subo fotos, porque des de casa me cuesta una pequeña fortuna... La del obispo presentándome a la multitud era obligada....